
La falda regional en España

Los Refajos o Faldas Regionales en
la Indumentaria Tradicional Española
El refajo (también conocido como saya, enagua, zagalejo o falda según la región) es una de las prendas fundamentales del traje popular femenino en España. Se trata de una falda de lana, lino o algodón, usada tanto como prenda interior (para dar volumen y calor) como exterior, ricamente adornada en fiestas o celebraciones.
Distintos nombres según la región
- Refajo → Denominación más extendida, sobre todo en Castilla-La Mancha, Murcia, Aragón y Extremadura.
- Enagua → Se utiliza en Andalucía y Castilla, generalmente como pieza interior blanca.
- Saya → En Galicia, Asturias, León y parte de Castilla. Puede ser exterior y de paño grueso.
- Zagalejo → Nombre típico en Castilla y zonas de Aragón, generalmente para niñas o prendas más cortas.
- Rodado → En algunas partes de León y Salamanca, falda circular de mucho vuelo.
- Manteo → En Castilla y León, falda de paño fuerte, con pliegues o tablas.
- Basquiña → En País Vasco y Navarra, falda exterior oscura o bordada.
Tipos principales de refajos
- De uso interior
- Generalmente blancos o de colores claros.
- De algodón o lino.
- Sencillos o con puntillas y alforzas.
- Dan volumen al traje.
- De uso exterior (festivos o de gala)
- Refajos de Colores vivos: rojos, verdes, azules, amarillos.
- Refajos De lana o paño fuerte, bordados con seda o realzados con terciopelo y galones metálicos.
- A menudo llevan cenefas con flores, espigas, granadas, aves o motivos geométricos.
- De trabajo (diario)
- Refajos Más sobrios y resistentes.
- Refajos con Tejidos bastos: estameña, sayal, paño grueso.
- Refajos de Colores oscuros: marrones, grises, negros.
Medidas y formas
- Largo: normalmente hasta el tobillo, aunque en el siglo XVIII y XIX algunos refajos quedaban algo más cortos para lucir las medias bordadas.
- Ancho/Vuelo: podían llevar desde 3 a 7 metros de tela, fruncida o con tablas en la cintura.
- Corte:
- Recto y fruncido en la cintura (los más antiguos).
- De campana o con godets, que daban más vuelo.
- Circulares (rodados), con máximo movimiento y vistosidad.
- Cintura: ceñida con cintas, cordones o fajín.
Ornamentación
- Refajos con Bordados en seda, hilo de oro o lana.
- Cenefas en la parte baja, con motivos florales o geométricos.
- Aplicaciones de terciopelo, pasamanería o lentejuelas.
- Rayas en tejidos de telar, a menudo combinando varios colores.
Refajos, Bordados y Trajes Regionales: Una Herencia que Resurge
El refajo ha sido durante siglos una de las prendas más características de la indumentaria tradicional femenina en España. No era solo una falda, sino un símbolo cargado de significados. Podía ser una prenda de abrigo, de trabajo o de gala, y en todos los casos hablaba de la identidad de quien lo vestía. Cada región tenía sus colores, sus bordados y sus formas, y a través de ellos se contaban historias de la tierra, de la familia y de las fiestas. El refajo es, por tanto, una pieza que combina utilidad, estética y memoria.
Los bordados que decoraban muchos de estos refajos eran auténticas obras de arte. No se trataba simplemente de adornar la tela, sino de convertirla en un lienzo textil cargado de simbolismo. Flores, espigas, granadas o motivos geométricos aparecían en hilos de seda, de oro o de lana, otorgando a la prenda un carácter único. El bordado era, además, una muestra de paciencia, de aprendizaje femenino y de transmisión cultural. Las madres enseñaban a las hijas, y las puntadas se convertían en un legado tangible de generación en generación.
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El traje regional, entendido como un conjunto que incluye refajo, sayas, corpiños, camisas, pañuelos y complementos, es una expresión de identidad colectiva. Cada región de España creó el suyo con características propias, y con ellos se acudía a fiestas religiosas, a romerías, a bodas o a ferias. Eran prendas de prestigio, de orgullo local y de pertenencia a una comunidad. Hoy en día, cuando se ven en las calles durante las celebraciones, evocan un pasado común que sigue vivo.
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Indumentaria y características de los Refajos o Faldas en Extremadura
La indumentaria tradicional de Extremadura constituye uno de los testimonios culturales más valiosos del patrimonio regional. A través de sus prendas, sus colores, sus bordados y su forma de elaboración, es posible entender cómo vivían las mujeres y los hombres del medio rural, cuáles eran sus costumbres, qué tipo de clima afrontaban y qué importancia otorgaban a la vestimenta en acontecimientos sociales, religiosos y festivos. Dentro de ese conjunto, el refajo o falda ocupa un lugar central, no solo por su funcionalidad, sino también por su belleza estética y su conexión con la identidad femenina de cada comarca.
La mujer extremeña vestía por capas, combinando prendas interiores con otras más visibles que aportaban color, forma y presencia. El refajo formaba la base de ese conjunto, complementado por enaguas, mandiles, jubones, chalecos bordados, camisas ricamente decoradas y, en ocasiones especiales, mantones o pañuelos de seda. Cada prenda tenía un propósito concreto, pero también un valor simbólico que se transmitía de generación en generación, ya que muchas piezas se heredaban, se renovaban o se conservaban como auténticos tesoros familiares.
Materiales y tejidos más utilizados
La elaboración de la indumentaria tradicional extremeña se basaba en el uso de materiales naturales, resistentes y apropiados para la vida rural. La lana era sin duda el tejido más empleado, debido a su disponibilidad y a la capacidad de proporcionar abrigo durante los meses fríos. También se utilizaba el lino para camisas y prendas interiores, ya que su textura fresca y ligera resultaba ideal para el contacto directo con la piel. El algodón fue incorporándose con el tiempo, mientras que telas más lujosas como el terciopelo o la seda quedaban reservadas para días señalados, procesiones, bodas o fiestas de relevancia.
Los refajos podían confeccionarse en paño de lana, picote o bayeta, dependiendo del uso previsto. Los modelos más gruesos y resistentes se destinaban al trabajo diario, mientras que los de tejidos más finos y vistosos formaban parte del atuendo festivo. El material elegido influía en la caída de la falda, en su volumen y en la sensación de movimiento que producía al caminar o bailar.
Colores característicos del refajo
El color ha sido siempre un elemento decisivo en la estética del traje tradicional. En Extremadura destacan los tonos vivos como el rojo intenso, el verde, el azul o el amarillo, aunque también existen refajos negros o de tonalidades oscuras que se utilizaban en contextos solemnemente religiosos, en periodos de luto o en eventos donde se requería cierta sobriedad. El rojo es probablemente el color más representativo, ya que simboliza fuerza, vitalidad y presencia. Su popularidad se debe también a que combinaba perfectamente con bordados y galones dorados, plateados o multicolores, que añadían una riqueza visual característica.
En cada comarca se desarrolló una preferencia cromática propia. En algunos pueblos predominan los refajos lisos, mientras que en otros se utilizan cenefas muy llamativas, bordados exuberantes o contrastes entre fondo oscuro y decoración brillante. Esta diversidad convierte la indumentaria extremeña en un conjunto extraordinariamente variado.
Estructura y confección del refajo
El refajo es una falda de gran cuerpo, elaborada para ofrecer abrigo, resistencia y elegancia. Se caracteriza por su peso, que puede ser considerable, especialmente en las versiones realizadas en paño grueso y bordadas con abundante decoración. Su estructura se compone de varias capas: una parte exterior visible, uno o varios forros interiores y un refuerzo inferior que evita el desgaste producido por el uso continuado.
El refajo se ajusta a la cintura mediante un ceñido firme, que puede cerrarse con cintas o botones. Esta sujeción es esencial para que la prenda se mantenga estable al moverse, sobre todo durante los bailes tradicionales, donde la falda adquiere un protagonismo especial. La amplitud de la prenda proporciona un vuelo característico, que transmite fuerza, ritmo y belleza visual.
El bajo del refajo suele estar rematado con una cenefa decorativa que marca la personalidad de la pieza. Esta cenefa puede ser bordada, tejida o formada por cintas y galones de colores, según la tradición del lugar.
Decoración y bordado
La decoración del refajo es uno de sus elementos más distintivos. Los motivos suelen ser florales, vegetales o geométricos, aunque también existen diseños inspirados en la naturaleza circundante o en patrones transmitidos por antiguas costureras. Los bordados se realizaban a mano, con técnicas que requerían tiempo, precisión y una enorme habilidad artesanal. Cada puntada aportaba relieve, brillo y vida a la prenda, convirtiéndola en una obra artística única.
Además de los bordados, se añadían pasamanerías, galones metálicos, cintas de seda, flecos decorativos o aplicaciones contrastadas que completaban la apariencia final. La combinación de colores era fundamental, ya que debía armonizar con el mandil y con el resto del atuendo. En muchas ocasiones, la mujer elegía personalmente la paleta de la decoración, lo que convertía el refajo en una pieza íntimamente ligada a su gusto y personalidad.
El papel del refajo en la vida cotidiana
En la vida diaria, el refajo servía como protección ante el frío y como prenda resistente para realizar labores del campo o de la casa. Sin embargo, no todos los refajos cumplían la misma función. Los refajos de trabajo eran más sencillos, menos decorados y fabricados con tejidos resistentes, mientras que los de gala se reservaban para celebraciones, bailes, procesiones, ferias y fiestas patronales. Estos últimos podían tardar semanas o meses en completarse y llegaban a convertirse en símbolos de prestigio dentro de la comunidad.
La mujer extremeña solía tener varios refajos en su ajuar. Algunos eran heredados, otros regalados en la adolescencia o preparados expresamente para el matrimonio. Estas prendas acompañaban a la mujer a lo largo de toda su vida y, en caso de conservarse en buen estado, se transmitían a las hijas, manteniendo viva la memoria familiar.
Enaguas y ropa interior
Bajo el refajo se llevaban enaguas blancas, generalmente de algodón o lino. Estas enaguas aportaban volumen, suavizaban el roce del tejido exterior y mejoraban la forma del conjunto. A menudo estaban decoradas con puntillas, lorzas o pequeños bordados, aunque también existían modelos muy sencillos destinados al uso diario. La cantidad de enaguas variaba según la comarca y la situación; en ocasiones festivas era común llevar varias capas para realzar la caída del refajo.
El mandil como complemento esencial
Sobre el refajo se colocaba el mandil o delantal, una prenda que cumplía una doble función: decorativa y protectora. El mandil podía ser sencillo para el día a día o muy elaborado para las celebraciones. Los mandiles de gala se confeccionaban en terciopelo o telas satinadas y solían llevar bordados espectaculares que resaltaban sobre la falda. La armonía entre mandil y refajo era fundamental, ya que ambos formaban un binomio estético inseparable dentro del traje femenino extremeño.
Movimiento y presencia en la danza
El refajo adquiere una importancia especial en los bailes tradicionales extremeños, donde su vuelo genera una imagen dinámica y vibrante. Al girar, la falda se expande y marca la cadencia del baile, creando un efecto visual que realza la alegría y la energía de la música popular. Por este motivo, la amplitud y el peso del refajo no son aleatorios, sino que responden a una concepción estética que influye directamente en la expresión cultural.
Contexto histórico y evolución
El refajo tiene raíces profundas, ligadas a la vida rural y a las necesidades del trabajo cotidiano. Con el paso de los siglos, la prenda fue evolucionando y adquiriendo mayor riqueza decorativa. En los siglos XVIII y XIX, coincidiendo con una mayor estabilidad económica en determinadas comarcas, las mujeres comenzaron a invertir más tiempo y recursos en elaborar refajos de gran belleza, destinados a mostrar el orgullo familiar durante las festividades.
La industrialización y la llegada de tejidos manufacturados introdujeron nuevas posibilidades decorativas, aunque gran parte de la estética tradicional se ha mantenido intacta gracias a la labor de artesanas, grupos folclóricos y talleres de bordado.
Variaciones según la comarca
Una de las características más fascinantes de la indumentaria extremeña es la enorme variedad que presenta según la zona. En la provincia de Cáceres abundan refajos sobrios, con predominio de tonos oscuros y bordados discretos. En Badajoz, por el contrario, son comunes los refajos vivos, llenos de color y de cenefas muy marcadas.
En La Vera aparecen combinaciones originales entre colores intensos y motivos florales. En Las Hurdes destacan los tejidos densos y la sencillez esencial del traje. En zonas como La Serena, los bordados adquieren mayor protagonismo, con diseños amplios y muy expresivos.
Cada comarca ha desarrollado su propio lenguaje visual, lo que permite reconocer la procedencia de una mujer solo observando su manera de vestir.
Importancia cultural y valor actual
Hoy en día, los refajos y la indumentaria tradicional de Extremadura continúan siendo un símbolo de identidad, especialmente en fiestas locales, grupos de danza, recreaciones históricas y celebraciones regionales. Además, existe un creciente interés por recuperar técnicas artesanales, bordados a mano y diseños antiguos que estaban a punto de desaparecer. Talleres especializados y bordadoras expertas mantienen viva una tradición que forma parte del alma extremeña.
El refajo no es solo una prenda antigua, sino un vínculo emocional con la historia, un testimonio del trabajo de las mujeres del pasado y una muestra de creatividad textil que sigue inspirando a artesanas y diseñadoras actuales.
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